A las mujeres palestinas y a las árabes, y a las mujeres hebreas y a las occidentales



 Os escribo con esperanza.


Cuenta la leyenda que la ciudad de Roma fue fundada por un grupo de guerreros jóvenes. Procedían de otra ciudad de Italia y se decidieron a fundar la suya propia. Construyeron los edificios principales y una muralla alrededor, y organizaron los turnos de guardia. Pero después querían encontrar esposa. Con astucia se acercaron a una ciudad próxima, y por sorpresa secuestraron a las chicas jóvenes. Era la ciudad de los sabinos.


Al descubrir los sabinos el crimen cometido por los romanos, fueron en orden de batalla contra ellos. Cuando ya estaban enfrentados los ejércitos, dispuestos a combatir, de pronto aparecieron las sabinas y se interpusieron entre los dos ejércitos. Y empezaron a decir: “¡Detened vuestras armas!” y dirigiéndose a los sabinos  les pidieron: “no matéis a nuestros maridos”. Y luego, hablando a los romanos les dijeron: “parad la lucha, no queremos que matéis a nuestros padres y a nuestros hermanos”. 


La historia termina bien, y acuerdan la paz. La mayoría de las secuestradas se quedan con su secuestrador, pero las que quieren vuelven libremente con sus padres.


El comienzo de aquella civilización, que hasta hoy ha marcado de forma determinante a buena parte del mundo, lo recuerdan como un acto de concordia… Aquellas mujeres fueron una fuerza de interposición más eficaz que los cascos azules de la ONU.


Es  la hora de las mujeres, tenéis que levantaros e impedir que continue la matanza. Los hombres no sabemos. Con demasiada frecuencia ponemos nuestra confianza en las armas, y estas no sirven para construir la paz.


¡Que Dios os bendiga!


Manuel Solís

DNI 15791294T



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