¡Fuego!
La lava, esa roca fundida, licuada por el calor de las profundidades de la tierra, que sale por el cráter a más de 1000 grados, avanza por la ladera y ningún obstáculo puede detenerla: casas derribadas como si fueran de cartón, plantaciones, árboles, carreteras, coches... Una lengua de 5 metro de alto y 500 de frente, una masa descomunal de roca fundida se abre paso despacio pero imparable, incendiando todo lo que toca. Este es el poder destructor del fuego que hemos contemplado impotentes en Sierra Bermeja y en la erupción del Cumbre Vieja... Pero el fuego tiene también un poder constructor, cuando calienta los hogares, protege de la nevada, cocina los alimentos, hace trabajar a las fábricas y a los transportes. Esa energía es la misma vida de los pueblos... En la poesía se habla del amor como de un fuego, una energía que impulsa a los amantes a saltar todas las barreras. Y en este sentido Jesús afirma “Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda?” Es el fuego ...