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Mostrando entradas de agosto, 2007

LOS NIÑOS PERDIDOS. Javier Peña Vázquez. Málaga

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En ningún tiempo nos hemos olvidado tanto de nuestra descendencia como en esta sociedad del bienestar y del progreso. El engendrar a una criatura nunca debería plantearse como un acto sexual fallido, sino como su más feliz culminación. Un amor fructífero que añade la paternidad a la relación conyugal y, al nuevo ser, la maravillosa condición de hijo querido. Entendida así la procreación, será el mejor vínculo de las relaciones familiares. Unas relaciones que van completándose y entrelazándose hasta lograr una trama sólida y perdurable, en la que cada miembro se apoya y ayuda en los demás para su desarrollo y participación. Nada hay tan hermoso como observar a una criatura que va abriendo los ojos a la vida, pendiente de que “su aventura”está siendo observada por la madre o el padre que le animan y sostienen. Ninguna otra presencia puede ni debe reemplazarlos; quedando en un lugar relativo de apoyo, aún siendo tan importante como es la de los abuelos. Algo que pareciéndonos de lo más

20 de agosto. Santos Leovigildo y Cristóbal, monjes y mártires.

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Cristóbal era pariente de San Eulogio, y discípulo suyo desde niño. Ingresó en el Monasterio de San Martín, que estaba en la sierra de Córdoba, donde dio un gran ejemplo de santidad. Después de conocer el martirio y de los dos santos matrimonios y del monje Jorge, que fueron sacrificados el 27 de julio, bajó decididamente a la ciudad, y, sin miedo, se presentó ante el juez, le anunció el Evangelio, le predicó los santos preceptos del Señor, exhortó al pueblo, acusó a los malos creyentes y les manifestó que junto con su falso creador iban a sufrir el castigo del fuego eterno. El juez, encolerizado, lo envía a la cárcel y ordena que lo mortifiquen con muy estrechas cadenas. También entonces llegó a Córdoba el monje Leovigildo, para alcanzar el martirio en plena juventud. Leovigildo era natural de Granada, y desde hacía poco residía en el monasterio de los santos Justo y Pastor, que se encontraba también en el interior de la sierra de Córdoba. El mismo Eulogio declara