“Maridos: amad a vuestras mujeres..."



Pues sí, yo diría que a lo largo de los siglos ha habido muchas formas de casarse, de emparejarse. Parece ser que “al principio” el uso era la monogamia permanente... debe ser así, porque así lo relatan incluso aquellos que no la conocieron en su tiempo, pero les llegó por tradición oral o escrita. Pero no duró mucho, enseguida hubo quien eligió la bigamia. Yo creo que en esa época las mujeres no se planteaban el tema de la igualdad, seguramente las condiciones de vida eran tan precarias, tan duras, que si el macho era fuerte y dominante, no importaba mucho compartirlo con otra... o, qué remedio. No tengo ni idea de cómo se pasó de la bigamia a la poligamia, pero no hace falta mucha imaginación, conociendo la condición insacialble del macho humano... y no quiero hablar ahora sobre las “estrategias evolutivas” de supervivencia de la especie Homo sapies sp., por no arriesgarme a caer en pura elucubración cientifista. Es bien conocida la necesidad de arbitrar estrategias de liderazgo entre las “esposas” y concubinas cuando se establece un harén, para que éste sea viable, dentro de las insufribles tensiones de celos y envidia. Lo saben bien los chinos, y los musulmanes, entre otros colectivos, con experiencia multisecular de poligamia y de machismo exacerbado. No los culpo, el ser humano es muy bruto, y muy ignorante -somos muy brutos y muy ignorantes, tengo que reconocer que ahora me refiero al respetado lector y al que escribe-, y necesita mucha ayuda, y yo diría que la mayor parte de las cosa malas que hace, las ha aprendido, aunque este hecho no anule su libertad, y, por tanto, su culpa.


Decía que los chinos y los musulmanes conocen la amarga experiencia de la poligamia, y la conocen también los hebreos, y todos los occidentales, que tenemos la Biblia como pilar de nuestra cultura, seamos o no seamos creyentes.

Parecía que la inventiva de emparejamiento estaba agotada, pero en el siglo veinte hemos hecho grandes “avances” : “A partir de la década de 1960 se pusieron en boga en Holanda toda suerte de modelos familiares nuevos: la madre soltera por decisión propia; el padre soltero por decisión propia; las parejas con dos casas individuales; las familias de homosexuales, integradas por dos lesbianas e hijos nacidos de una de ellas o dos hombres con hijos adoptados, y las familias comunitarias experimentales, que varían en dimensiones y longevidad...” (cfr. Ayaan HIRSI ALI, “Nomada”, Barcelona 2011, p. 207).

Me pregunto si tendrá mucha importancia elegir una forma u otra de casamiento. Y enseguida me respondo que sí. Me respondo que sí con muy poca seguridad, o mejor dicho, con ninguna seguridad... No sé de nadie que pueda responder a esta pregunta... Después de ver lo que hemos visto a lo largo de la historia, después de ver lo que vemos hoy, tanta diversidad de respuestas... ¿de verdad podemos saber si es importante la forma de casarse? No creo que lo sepa nadie..., sería un dios.

Sin embargo llegados a este callejón “sin salida”, quiero encontrar una en la revelación divina. Probemos, a ver qué pasa...

Pues bueno, volvamos “al principio”. Estaba Jesús en la región de Judea y vinieron unos a preguntarle:

-”¿Le es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo?”

Por lo que comenta el mismo evangelista Mateo, que relata este diálogo, la pregunta iba con mala idea. Jesús respondió:

-”¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Evangelio según san Mateo, cap. 19).

Efectivamente, “al principio”, o sea recién creado el ser humano, Dios le enseña que para “realizarse” en plenitud, necesita encontrar su media naranja. El libro del Génesis presenta a Adán dueño de la tierra y de todos los seres vivos, pero se encuentra solo, o sea no encuentra a nadie con quien hablar, que le entienda, con quien desahogarse. Los animales están bien, sí, dan cierta compañía, pero algo falta. Entonces Dios dice: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada para él”.

El momento en que Dios presenta a Eva está bellamente representado en la cúpula de la capilla Sixtina. El dedo de Dios despierta a Adán de su sueño y Dios le lleva a una esposa que no ha visto hasta ese momento. El flechazo es inmediato. Las palabras de Adán quizá son demasiado solemnes, pero yo no dejaría de considerarlas una declaración de amor, que seguro alagaron a Eva. Adán le dice:

-”Ésta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne. Se llamará mujer, porque del varón fue hecha. Por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne”.

También en el libro del Génesis, Dios bendice a la primera pareja y en ella a toda la humanidad diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla...” (Génesis, capítulo 1).

Pero volvamos a Jesús. Está hablando con un grupo de compatriotas suyos judíos, que conocen perfectamente lo que dice la Biblia, el libro del Génesis en concreto, y que acabo de transcribir. Jesús ha contestado su pegunta con toda claridad, pero ellos no se convencen, y le argumentan:

-”¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla?”

Jesús respondió:

-”Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así. Sin embargo, yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer -a no ser por fornicación- y se case con otra, comete adulterio”.

Pues aquí tenemos el modelo de matrimonio que nos enseña Jesucristo. Este modelo esconde muchos bienes. Marido y mujer son dos compañeros destinados a cuidarse amarse y ayudarse durante toda la vida. Destinados a engendrar a sus hijos, que serán hijos de Dios. Realmente es hermoso, los amantes no ponen plazo a su amor, no caduca.

Hombre y mujer tienen la misma dignidad, y no vale que uno acumule esposas. La poligamia es una injusticia contra la mujer. Una injusticia que la historia nos muestra que acarrea mucha miseria y amargura. El divorcio es una solución falsa, porque el hombre sabe que su vínculo  matrimonial -cuando éste existe- no expira más que con la muerte. No es libre mientras viva su cónyuge. No se puede engañar completamente a la propia conciencia, siempre quedará ahí la convicción de que “le entregué mi vida”, aunque ahora nuestro amor esté dormido... ¡Dios puede despertarlo! Dios es amor.

Ahí tenemos el modelo de matrimonio que nos ofrece Jesucristo. A nadie se le puede obligar a seguir este modelo, por muy bello que sea, pero no admito que me digan que otras formas de unión son cristianas. Ni puede llamarse cristiano a quien siga otra costumbre, porque si sigue llamándose cristiano corre el peligro de que lo identifiquemos con un hipócrita, y eso, ¿de qué le sirve? Su conciencia le castiga y sus amigos le despreciarán.

Se puede preguntar uno si este modelo de Jesucristo es tan difícil de cumplir que resulta un ideal imposible. Pero en realidad no estamos hablando de un “modelo” teórico, yo hablo de lo que he visto en mis padres, mis tíos, y muchos de mis amigos... vamos que es algo plenamente realizable, aunque siempre haya que superar problemas, que siempre los hay en la vida, pero ¡es posible!

Hay que añadir algo más, Jesucristo recupera este modelo natural como era “al principio”, porque a los cristianos nos da una ayuda especial para vencer la “dureza de corazón” y poder vivir este compromiso tan puro y elevado. Es verdad, para que marido y mujer sean fieles, se quieran cada día más, y superen los problemas, necesitan la ayuda de Dios. Pero, ¡la tienen!

Además, la Biblia dice muchas más cosas sobre el amor. Ahora quiero recordar una palabras de san Pablo cuando escribe a los cristianos de la ciudad de Éfeso:

“Maridos: amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia (...). Así deben los maridos amar a sus mujeres, como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, pues nadie aborrece nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su Cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (…) que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer reverencie al marido” (capítulo 5).

Se podrá decir que luego, en la historia real se han dado muchos casos de explotación de la mujer y de sumisión machista al marido, pero estas palabras, son la doctrina de Cristo sobre el matrimonio, sobre el respeto entre marido y mujer, sobre su igualdad de dignidad. Este cuerpo de doctrina comenzó a transformar la sociedad hace 2000 años, y ha cambiado profundamente la mentalidad de los hombres y mujeres, más allá de los abusos que se hayan producido.

La enseñanza de Jesucristo en general, y sobre el matrimonio en particular, es una base muy sólida para defender los derechos de la mujer y su igual dignidad con el hombre.

¿Alguien podría mostrarme una forma de amor más perfecta, igualitaria y humana?

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